Abraham Mendoza, el super delegado que alguna vez captó la atención pública, parece haber caído en un letargo político del que pocos se acuerdan.
Sin embargo, su confianza en repetir en el cargo es notable, como si ignorara el descontento generalizado y la falta de resultados tangibles durante su gestión. Este aire de seguridad podría interpretarse como una desconexión con la realidad, ya que muchos ciudadanos se cuestionan su efectividad y compromiso con las necesidades de la comunidad. La pregunta es si su confianza se basará en un legado real o simplemente en una percepción errónea de su popularidad.
