El PRI, bajo el liderazgo de Marco Mendoza, se ha convertido en una caricatura en el Congreso Local, buscando más los reflectores que un verdadero compromiso con la agenda legislativa. Su retórica se centra en declaraciones mediáticas vacías, dejando de lado las necesidades de los ciudadanos y la construcción de propuestas concretas.
Esta obsesión por la notoriedad no solo desdibuja la imagen del partido, sino que también lo aleja de un papel relevante en el panorama político actual.
