La nueva normativa de la SEP, que prohíbe la venta de comida chatarra en escuelas y sus alrededores, ha generado preocupación entre los comerciantes de la Central de Abastos de Pachuca. Productos como chicharrones, papas fritas, dulces y refrescos, que antes se distribuían en grandes cantidades a cooperativas escolares, ahora enfrentan un futuro incierto.
Mario Velázquez, vendedor de chicharrones a granel, considera que la medida es “demasiado dura” y cuestiona su efectividad. “La alimentación balanceada debe enseñarse en casa, no solo prohibiendo productos”, señaló. Además, criticó que las autoridades no hayan considerado el impacto económico en pequeños comerciantes.
Por otro lado, Martín Fernández, dueño de una dulcería, desconocía la nueva regulación, pero anticipa una posible baja en sus ventas. “Los padres son los responsables de la alimentación de sus hijos, no una prohibición”, afirmó.
Aunque la medida busca mejorar la salud infantil, muchos vendedores temen que no se traduzca en un cambio real de hábitos, sino en pérdidas económicas para el sector.
Adaptarse o desaparecer: el dilema de los pequeños comerciantes
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Ante la caída en la demanda, algunos vendedores consideran diversificar su oferta con opciones más saludables, mientras que otros planean resistir y esperar a ver el impacto real de la medida.
La incertidumbre es grande, pero una cosa es clara: el sector tendrá que reinventarse para no quedarse atrás.
La prohibición de comida chatarra en escuelas busca un bien mayor, pero su implementación deja en el aire el futuro de muchos pequeños negocios. ¿Logrará mejorar la salud infantil sin afectar la economía local? Solo el tiempo lo dirá.
